Actualmente, ansiedad y estrés son dos conceptos los utilizamos para denominar un estado de activación que nos resta equilibrio y bienestar. Son estados diferentes y los podemos paliar de formas distintas.
La ansiedad patológica, se caracteriza por la sensación de activación interna o externa, pensamientos continuados, síntomas fisiológicos, emociones intensas, dificultades del sueño y el apetito, o situaciones externas (laborales, familiares y cualquier circunstancias imprevistas adversas: un accidente, ver algo que me asusto, un robo…). Cuando esta sintomatología se mantiene en el tiempo, al menos durante 6 meses, la ansiedad es patología.
Suele estar asociado a experiencias pasadas y/o presentes que han generado angustia, desbordamiento emocional, ataques de pánico, nerviosismo y miedos o fobias que en la actualidad se activan ante estímulos externos, pensamientos y /o estados corporales.
El estrés se da ante un estimulo externo, generando activación fisiológica para poder hacerle frente. Es un proceso natural, que activamos instintivamente para adaptarnos a las exigencias externas y nuevas circunstancias, por ejemplo; un cambio de domicilio, de colegio, de ciclo escolar, de trabajo, una enfermedad, una perdida (separación, ser querido, etc.), cambio en una etapa madurativa (infancia a adolescencia). Cuando este estímulo externo es continuado, pues se alarga en el tiempo por mas circunstancias, aumentamos nuestro estado de alerta y nuestro estrés puede hacerse disfuncional. Es decir, que no nos funciona en lo cotidiano, nos genera palpitaciones, agotamiento, irritabilidad, pérdida de memoria, inquietud, etc.
Es básico conocer las diferencias entre ansiedad y estrés para poder apoyarnos en recursos, adecuados para solucionarlos. Los/as psicólogo/as somos especialistas en el tratamiento de ambos estados cuando es disfuncional.
Si es ansiedad patológica, lo conveniente es acudir al psicólogo/a, para diseñar un tratamiento que nos va a ayudar para analizar qué factores lo activan (pensamientos e ideas, elementos externos, emociones como el miedo, la culpa, la rabia, etc.) conocer estos mecanismos, para diseñar un plan personalizado, entrenar estrategias, técnicas y conocer recursos propios para afrontarlo.
Si estoy padeciendo estrés disfuncional, he de analizar cambios de estilo de vida, desarrollar habilidades y estrategias de afrontamiento a los estresores que me lo generan, poniendo atención a:
1) El tiempo que invierto para regular mi estado de activación y relajación, conviene dedicar: 8 horas al sueño, 8 horas al trabajo y 8 horas a la vida cotidiana (deporte, nutrición, higiene, autocuidado, relaciones personales y familiares)
2) Como es el ambiente laboral y la carga de trabajo
3) Como es el ambiente familiar y de pareja, que estresores tenemos (hijos/as a nuestro cargo y edades, enfermedades, dificultades)
4) Como es mi estado de salud, momento vital y que situaciones me estresan
5) También analizar actitudes y pensamientos personales de afrontamiento a estos estresores que debilitan o fortalecen nuestro estado cuando sufrimos estrés, para realizar ajustes y restablecer el equilibrio perdido.
Nuestro organismo, está diseñado para adaptarse a los cambios y restablecer el equilibrio. Acudir a psicoterapia nos ayuda a reconocer lo que sentimos, pensamos y hacemos, nos ayuda a conocer nuestros funcionamientos disfuncionales y desarrollar nuestras fortalezas para potenciar , nuestra recuperación.