¨Las penas compartidas pesan menos” dice el refrán y yo diría también que las alegrías compartidas tienen una intensidad mayor. En consulta he escuchado a los pacientes decir: “lo comenté con compañeros de clase y me sentí aliviada, vi que no era para tanto y que a ellos también les pasaba”, “me sentí mejor solo con hablar con mi cuñada de lo que me estaba pasando”, “salí con unas amigas, hablamos, reímos y fue como quitarme un peso de encima”...el hecho de poner en palabras lo que estamos sintiendo, lo que vivimos como un problema, nuestras preocupaciones y pedir ayuda o simplemente compartir facilita que regulemos nuestro estado emocional. Esto me hizo recordar la importancia de tener una red de apoyo social. Ya desde los años 70 diferentes estudios establecieron que el apoyo social tiene una influencia en el bienestar físico y psicológico. Se plantearon dos modelos para explicar los mecanismos a través de los cuales el apoyo social afecta a la salud. Uno planteaba que el apoyo social fomenta directamente el bienestar independientemente de los niveles de estrés experimentados por la persona, por tanto, cualquier incremento en los niveles de apoyo social supondría un incremento en los niveles de bienestar y otro modelo establecía que el apoyo social actúa como moderador (amortiguando) de las situaciones de estrés, tendría un efecto protector cuando la persona se ve expuestas a situaciones amenazantes para ella. Algunas conclusiones muestran que la existencia de una red social promueve el bienestar, independientemente del estrés, mientras que la adecuación percibida del apoyo disponible sería necesaria para amortiguar los efectos negativos de aquél.
En nuestra vida tenemos distintos tipos de relaciones (fuentes de apoyo) y creo que cada una nos ayuda a satisfacer diferentes necesidades. Tenemos la familia, las amistades, los compañeros de trabajo...Hay personas con las que quedamos más para ir de compras o para tomar algo, otras con las que nos apetece ir a actividades culturales o salir de fiesta , otras con las que nos vamos de senderismo o con las que nos apetece hablar sobre espiritualidad, otras en quien nos apoyamos cuando estamos tristes o vulnerables emocionalmente y con algunas hacemos un poco de todo esto....personas a las que pedimos opinión antes de tomar decisiones importantes, o cuando nos apetece o necesitamos sentirnos acompañados ...cuando necesitamos apoyo económico en un momento determinado..... al final se trata de esas personas que son significativas y con las que sentimos que podemos contar. El apoyo social cumple muchas funciones diferentes que podrían agruparse en tres tipos principales: una función emocional, relacionada con aspectos como el confort, el cariño, el cuidado, la confianza y la intimidad; una función informativa, que incluye recibir información, consejo y orientación y una función instrumental, que implica la disponibilidad de ayuda directa en forma de servicios o recursos. Aunque cada uno de estos tipos de apoyo puede ser relevante para el bienestar se tiende a considerar que el apoyo de tipo emocional es el más importante.
Sin embargo, la existencia de relaciones sociales por sí misma no es un indicador de apoyo social e incluso algunas pueden convertirse en relaciones estresantes a las que debemos poner un límite. Es importante contar con un círculo de personas que nos nutran, estimulen y ayuden a crecer.
Si pienso en los momentos que he necesitado apoyo y he sentido que lo recibía me doy cuenta de que hay varias actitudes que han estado presentes: me he sentido escuchada, me he sentido tenida en cuenta y respetada, me he sentido aceptada y no juzgada, he recibido cariño y comprensión, he sentido que la otra persona era honesta. Para que esta red de apoyo esté disponible para mí cuando la necesite creo que es necesario que la cuide, que propicie encuentros, pasear, tomar un café, dar y/o recibir un abrazo, comer en familia si la situación familiar lo permite, hablar por videollamada.....en definitiva, que esté presente en la relación.
Sentir el apoyo del otro aumenta la autoestima, se relaciona con la capacidad de enfrentarse a los problemas, ayuda a comprender que no estamos solos y a sentir una mayor tranquilidad en la vida.